Viaje en el tiempo a Suiza
- 360º
- 22 oct 2018
- 3 Min. de lectura
por Elisa Ferrer.
Antes de despegar desearía que, una vez abrochados los cinturones de seguridad, pudieseis disfrutar del viaje y disculparme de antemano por el alto contenido nostálgico. Querría agradecer a quienes, a pesar de ello, van a leerlo (hasta el final). Además, me gustaría aconsejarles que se preparen una buena banda sonora que les acompañe durante el (breve) viaje. Yo he escogido Simon & Garfunkel. Here we go.
Todo empieza a principios de los ’70, cuando mis abuelos deciden emigrar a un remoto lugar donde ganar un poco más de dinero para alimentar a sus cuatro hijos. Una decisión difícil pero comprensible. Una decisión que, sin nadie prever cómo, lo cambió todo.

1972. Un niño de 4 años viaja, sin saberlo, a 1.300 kilómetros de su casa. Desde la ventanilla de un Seat 850 deluxe observa asombrado un verde radiante proveniente de la vegetación de una comuna suiza, Sion, su nuevo hogar por una temporada.

1986. Ese niño ya adolescente deberá volver a aquel país para ser él quién trabaje, pero esta vez en Leysin, otra comuna suiza situada en lo que se denomina el Cantón de Vaud. Allí mismo echará raíces durante un breve pero intenso periodo de su vida a base de experiencias, amistades, retos y destreza. Él mismo es quien, 18 años después y convertido en un padre nostálgico, decide emprender un viaje a ese mismo lugar con la intención de evocar a la memoria y trasladar los recuerdos de sus vivencias en Suiza a sus dos hijas. Resulta que este mencionado adolescente es mi padre y, una vez adulto, me ha volcado la añoranza de este lugar en el que he tenido el privilegio de estar dos veces.

2004. Mis 5 años casi recién cumplidos evidenciaban mi ingenuidad ante un paisaje tan fascinante. Los senderos interminables por los Alpes que recorrimos mi padre, mi hermana y yo solo acrecentaban mi cansancio. No obstante, recuerdo que, en realidad, me gustó esa sensación porque me sentí como Heidi y no creo que hubiese habido mayor satisfacción para mí en ese momento que semejarme a tal dibujo animado. Hoy, cuando ojeo las fotos de aquel viaje, noto que desprenden olor propio, olor a pura naturaleza.

2018. Este mismo año he vuelto a visitar Leysin para volver a pisar cada uno de los caminos que recorrimos 14 años atrás. Para mí fue realmente conmovedor poder observar (y ser consciente de lo que observaba) todos aquellos lugares que aparecen fotografiados en viejos álbumes familiares. Allí mismo había pasado mi abuelo largas temporadas trabajando duramente y ahora yo había colocado mis huellas donde él puso las suyas algún día. Esta ha sido la única forma de habernos podido cruzar.
El primer asombro que tuve al viajar (por segunda vez) a Suiza fue volar sobre los Alpes nevados, una experiencia visual que recomendaría a cualquiera. Al aterrizar alquilamos un coche climatizado que nos permitió llegar hasta Leysin sin complicaciones. El alquiler del coche es prácticamente necesario en los meses de invierno, ya que te permite visitar otras villas como Veytaux, Montreux u Orbe y desplazarte rápidamente. Leysin, como ya he nombrado antes, es una comuna suiza perteneciente al Cantón de Vaud que cuenta con aproximadamente unos 4.000 habitantes. Para poder contemplar este pequeño pueblo en su totalidad se recomienda subir por unas estrechas carreteras hasta llegar al teleférico de La Berneuse. El turismo en la zona es generalmente familiar y, si la intención del visitante es hacer esquí, este es el lugar idóneo, un recinto donde se puede alquilar el equipamiento necesario para ello. Otro recinto turístico y social es La Patinoire, que cuenta con una pista de hielo donde se puede patinar u observar partidos de hockey.
En cuanto al hospedaje, nosotros estuvimos en el hotel Central-Residence, donde tiempo atrás estuvo trabajando mi familia durante largos períodos. Es un hotel de 3 estrellas ubicado entre la Patinoire y la Berneuse, muy cerca del tren de cremallera. Cuenta con spa, salón social y habitaciones climatizadas. Aunque hay otros de similares condiciones como Alpine Classic Hotel.
Una excursión casi necesaria es la visita al Lago Leman, conocido más bien como el Lago de Ginebra y por ser el mayor lago de Europa Occidental. Su nombre se debe a los celtas, que lo llamaron así porque “Lem an” significa Agua Grande. Nosotros visitamos el Lago de vuelta de Veytaux, otra comuna, y solamente por el Castillo de Chillon y por pura contemplación de la grandeza del lugar mereció la pena.
En pocas palabras, fue un viaje en el tiempo tanto a la época medieval, por algunos de los monumentos históricos con los que tuvimos la suerte de topar, como al pasado de mi familia. No está de más recordar que la historia de mi familia es solo una de muchas otras tantas que deben haber vivido la pesadumbre de la emigración y que por ello, merece la pena ser recordada.

Qué emocionante leer algo y notar que está escrito con tanto cariño, ¡gracias Elisa!
¿Dónde está el botón de me encanta?
Elisa escribes tan profundo que tienes la magia de hacer que el lector viaje en el tiempo y no quiera irse de aquella época.
Pd: tq+
He disfrutado tanto con este relato y con las historias que esconde.Ha sido como un paseo por el pasado.
Me encanta el sentimiento que transmites en tu forma de escribir y tengo la certeza de que tienes mucha belleza que contar y sobre todo emocionar. Gracias por el regalo.